Hoy quiero compartir contigo algo que estoy escuchando últimamente tanto en sesiones de coaching como en conversaciones informales y que se expresa en las siguientes frases literales, a modo de ejemplo:
“En el tiempo de confinamiento sentía paz.”
“Cuando estábamos en casa encerrados estuve mejor que nunca.”
“Estos días confinado sentí plenitud”.
“Estar en casa me ha ayudado a frenar y valorar todo lo que tengo.”
“Yo no quiero volver a la locura de vida de antes.”
“Esto me ha ayudado a darme cuenta de las pequeñas cosas.”
“Ahora disfruto más del día a día”
“Cuando estaba en confinamiento, el tiempo corría menos.”
Quiero hoy hacer una reflexión sobre aquellos otros comentarios que se encuentran en las antípodas de los anteriores. Esos comentarios que recurrentemente escuchamos en medios de comunicación y en conversaciones informales que apelan a la “vuelta a la normalidad” y el deseo a que “todo esto pase”.
Lo que yo percibo es que la gente no quiere volver exactamente a lo de antes. Al menos hasta este momento no he escuchado a nadie que quiera volver a ese tiempo de agendas a rebosar, de reunión tras reunión, compromisos sociales, reuniones familiares, carreras, estrés, viajes no deseados y un largo etcétera.
Aristóteles afirmaba que “la virtud moral es el justo medio entre dos extremos”. En un extremo está la loca vida pre-pandemia y en el otro la calmada vida en pandemia. Cada extremo con sus ventajas y sus inconvenientes.
Hoy tienes una gran oportunidad de reconstruir tu vida, de no volver a caer en los mismos errores del pasado, de encontrar ese justo medio entre la vida contemplativa y la vida acelerada. Es tiempo de pausar para valorar y de hacer para disfrutar. Es tiempo de encontrar huecos para el silencio, para entrenar la mirada y para saborear cada instante.
Y ahora te toca pensar un poco… te invito a que te respondas:
- ¿Qué has aprendido cuando estabas confinado?
- ¿A qué no quieres volver de la vida pre-confinamiento?
- ¿Qué rutinas quieres incorporar a tu vida para encontrar ese equilibrio?
Dedico este artículo a mi Tía Pilar Salvador, por el tiempo que paso con ella y que tanto añoro, y con quien siempre he sentido ese equilibrio entre la vida contemplativa y la vida acelerada. Gracias por tu ejemplo.
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