Recientemente he tenido acceso a la lectura de “El Caso Nadal” que se estudia en la Harvard Business School. En un pormenorizado estudio de las claves del éxito de Rafa Nadal, entre otras muchas cosas, describe cómo su entrenador consiguió que se viera mordiendo la Copa de los Mosqueteros, ese repetido gesto que todos hemos visto una y otra vez cada vez que ha conquistado un nuevo título.
Y es que tu mente tiene un tremendo potencial creador. Me gusta mucho la expresión que utiliza Stephen Covey cuando dice que todo se crea dos veces. Una primera en tu mente y posteriormente en la realidad. Claro está que el éxito no reside solo en visionar, pues detrás de una victoria está un laborioso trabajo lleno de esfuerzo, grandes sacrificios e incluso altas dosis sufrimiento.
El tener una visión retadora y a la vez alcanzable tiene muchas ventajas. Dota de sentido a tu existencia, aumenta tu autoestima, focaliza tu trabajo, te hace más fácil separar la paja del trigo, discernir entre lo urgente y lo importante, te ayuda a ponerte en acción, etc…
Inolvidable momento de diversión en el Taller de PNL que impartí en el IE |
Pero hoy no quiero hablarte solo de Nadal, sino de mi propia experiencia personal. El pasado día 2 de marzo impartí un taller de introducción a la PNL en el IE (Instituto de Empresa) en Madrid para IECA, la Asociación de Antiguos Alumnos del Programa Superior de Coaching Ejecutivo. Este hecho se une al lanzamiento de una nueva asignatura que imparto en el marco del MBA de Fundesem Business School denominada Plan de Vida. Ambos hechos no son casuales, sino causales. Mi visión se hace realidad y, al igual que Nadal se vió mordiendo la Copa de los Mosqueteros, yo hoy cumplo con aquello que hace tiempo pude ver y que hoy se convierte en realidad.
Ahora, te invito a que dediques un tiempo de reflexión a responder: ¿En qué sueñas? ¿Podrías visionarlo? ¿Para qué quieres construir esa visión? ¿A qué estás dispuesto a renunciar para lograrlo? ¿Cuál va a ser tu primer paso? ¿Cómo te sentirás cuando lo hayas logrado?
Quiero dedicar este artículo a mi amiga y compañera del PSCO Marisa Sevilla quien, confiando en mí, me propuso para esta experiencia maravillosa y dar las gracias a Julio Peirado, presidente de IECA por esta iniciativa que no ha hecho más que empezar y tiene un prometedor futuro.
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