Dicen que cuando Einstein vio la aguja de una brújula a los cuatro años de edad, comprendió que debía haber algo detrás de las cosas, algo oculto. Eso que Einstein intuyó tiene muchas interpretaciones. Desde el punto de vista científico es probado que se debe al magnetismo de la tierra. ¿Pero qué es eso que intuyó Einstein y que va más allá de ese magnetismo?
Me comprometí en el anterior artículo de esta serie a tratar acerca del cambio de paradigma que he podido observar en relación a la parte espiritual. Quizá Einstein observó de niño eso que va más allá de la física, eso que algunos llaman otra dimensión, o lo divino o el alma; en definitiva, aquello que, en palabras Antoine de Saint-Exupéry en su magistral obra El Principito, es lo esencial y es invisible a los ojos.
Quizá, como yo, estos días te hayas encontrado en absoluto silencio contigo mismo y con tu diálogo interno. Quizá, como yo, te hayas encontrado suplicando y rogando que tus seres queridos no tengan ningún problema de salud ni sufran. Quizá, como yo, te hayas visto dialogando en tu interior con alguien o algo acerca del sentido de lo que está pasando. Y también es posible que hayas pensado en qué harías si tienes la enfermedad o como quieres que se te recuerde en caso de que, por desgracia acabe contigo.
Pues bien, si algo de esto te sucedió, enhorabuena, porque ello significa que en ti, como en cualquier ser humano reside esa dimensión espiritual. Quieras o no, está en ti, lo que pasa es que durante mucho tiempo puede que “haya estado invisible a tus ojos”.
Cultivar la parte espiritual es de vital importancia para el equilibrio de la persona, tanto como la dimensión física, mental o social. La búsqueda de encuentros contigo mismo, el silencio, la meditación, la oración y el sentido de trascendencia de tus actos son una necesidad vital tremendamente olvidada en la época pre-coronavirus.
Ojalá esta situación nos ayude a escucharnos más, a tener más conciencia de la trascendencia de nuestros actos, del legado que queremos dejar en este mundo o de cómo queremos que se nos recuerde con nuestro comportamiento ante situaciones que la vida nos va presentando.
Y ahora te toca pensar un poco… te invito a que te respondas:
- ¿Cuántos momentos de silencio tienes al día?
- ¿Qué diálogo tienes contigo mismo?
- ¿Cómo quieres que se te recuerde cuando todo esto haya pasado?
Dedico este artículo a mi compañera y gran amiga Carole Vecten, experta en espiritualidad y que se auto define como “despertadora de conciencia”.
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